EL ESCALÓN


Cuando fue inaugurada la torre del Banco Nacional de Obras, Bonobras, en Nonocalco, Tlatelolco, México. En el Pen Hause del propio edificio, se dieron cita los directivos, políticos y demás invitados para la ocasión, para llevar el acto de apertura de los servicios de esa institución paraestatal. En ella se dieron los discursos de rigor, brindando por la ocasión y  sociabilizando el triunfo de haber participado en la que hoy es un emblema de la capital del país.

En la parte más baja del edificio donde se encuentra el estacionamiento se encontraban reunidos los ingenieros, los albañiles, y los peones departiendo no la edificación sino la diferencia en cuanto a la alimentación y las bebidas. Y entre los corrillos de quienes se encontraban ahí, se murmuraba, mientras que en la parte de arriba se celebra lo que no se hizo, lo que no se construyó, lo que no se ideó, donde no se participó;  en la parte de abajo se lamentaba que solo son el escalón de todo éxito.

No debe existir nada más importante para la obra del ser humano, que su propia capacidad de construir su propio futuro. Sus obras dependen de gran medida de la acción y de cómo las dirigen.


Saber ascender en el escalón, es dar parte de sí mismo, darse confianza, satisfacer las necesidades de disfrutar, de conocerse, de impulsarse, de elevar su espíritu a los más alto, el conocimiento y el aprecio de sí mismo.

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