EL TRATO EN LA JUVENTUD
El
adolecente es como el vino que fermenta; el mosto ya ha perdido su dulzura,
pero no tiene todavía la nobleza del vino, está lleno de materias de
fermentación. También el adolecente ha perdido la dulzura del niño amable; el
mismo siente que ya no es un niño, y que por esto se cree ser ya un adulto;
pero como quiera que no tiene la madurez adecuada, es precipitado en su
comportamiento. No encuentra su lugar ni entre los niños, ni entre los adultos;
no acierta a encontrar los modelos adecuados, son incorrectos sus movimientos,
la postura de su cuerpo, su modo de pensar y de hablar, todos sus actos.
Hay
reglas determinadas que rigen el trato, la conversación, el comportamiento
mutuo de los hombres. Estas normas de buena educación, se han ido formando durante
varios siglos, y a ninguno es lícito prescindir de ellas.
Serán
señales e índices de tu cultura; tu modo de andar y de sentarte, tu conversación
y tus ademanes, tu manera de mirar y reír, tu comportamiento en la mesa, en la
calle y en la sociedad, el aseo de tus vestidos, la limpieza de tus manos…
Pero
el cumplimiento de todas estas reglas, no es aún la educación perfecta. Todas estas
cosas pueden ser meras exterioridades, sin valor alguno, sino las anima el
espíritu que corresponde.
La
verdadera cortesía, brota del carácter puro y de la bondad del corazón; no se
logra con meras fórmulas. Si la cortesía no va hermanada con el carácter, el
mero decoro exterior a nadie impedirá falsificar letras de cambio. Mons. Tóth.
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