La Naturaleza Política

 Giulio Mazarini o Jules Mazarin) Cardenal italiano al servicio de la monarquía francesa, que ejerció el poder en los primeros años del reinado de Luis XIV (Pescina, Abruzzos, 1602 - Vincennes, Francia, 1661). Procedente de una familia siciliana cliente de los Colonna, estudió en la Universidad de Alcalá de Henares y trabajó en la diplomacia papal. Sus misiones diplomáticas le pusieron en contacto con Richelieu, que reparó en su talento político; el favorito de Luis XIII le protegió, naturalizándole francés (1639), haciéndole cardenal sin ser siquiera sacerdote (1641) y recomendándoselo al rey en su testamento (1642).
Fue así como, a la muerte de Richelieu, Mazarino le sucedió como primer ministro de Francia. La muerte del rey en 1643 acrecentó su poder, pues dejó de heredero un rey menor de edad y como regente a una reina madre, Ana de Austria, que Mazarino dominó completamente, haciéndola su amante y probablemente su esposa.
El nuevo rey, mayor de edad desde 1654, reconoció la labor de Mazarino en defensa del Trono, manteniéndole en el gobierno hasta que murió.
Su política se baso en el realismo político maquiavélico y deja constancia de su testamento "Consejos para Políticos", del cual hacemos el resumen correspondiente y lo más interesante del mismo.
Conócete a ti mismo
¿Estás sujeto a la cólera, al miedo, a la audacia o a cualquier pasión? ¿Cuáles son los defectos de tu carácter? ¿Tus errores de comportamiento? examínate físicamente, ¿Tienes la mirada insolente, la rodilla o la nuca demasiado rígidas, la frente surcada de arrugas, los labios demasiado finos, los andares demasiado rápidos o demasiado lentos?
¿Gozan de buena reputación las personas que frecuentas? ¡En ocasiones puedes llegar a perder el dominio de ti mismo y a cometer errores de lengua o de conducta?
Aprende a vigilar todos tus actos y no disminuyas jamás esta vigilancia. Toma nota de cada uno de tus defectos y vigílate en consecuencia.
Si alguien de ha ofendido y tienes la bilis revuelta, no digas nada, no hagas nada que revele tu cólera. No trates de vengarte, pero finge no haber experimentado nada, y aguarda tu hora. Que tu semblante no exprese jamás nada, ni el más menor sentimiento, sino una perpetua afabilidad. y no sonrías al primero que llegue y muestre por ti el menor entusiasmo.
Conserva siempre una actitud reservada, observándolo todo con la mirada. Pero cuida que tu curiosidad no traspase la barrera de tus pestañas.
Conoce a los demás
La enfermedad, la embriaguez, los banquetes, las bromas, los juegos en que se cruza dinero y los viajes, todas las situaciones en que las almas relajan la tensión y se abren. Hay que aprovechar la situación y saber la información adecuada.
Para conocer a alguien mira con quién tratas. Elogia a quien se encuentra en la aflicción, y consuélalo, porque en esas circunstancias es cuando se dejan escapar los pensamientos más secretos y los más ocultos.
Aquellos que se extiendan ruidosamente en frases complacientes sobre ellos mismo no son muy temibles. Los extravagantes son personas de semblante áspero y triste, que hablan mucho y en voz alta.
A quienes se entregan al vino y a Venus, les cuesta trabajo guardar un secreto: los unos son esclavos de su amante, los otros tienen la tendencia a hablar a tontas y a locas.
Las personas de complexión melancólica o flemática se declaran abiertamente sin ambición y sin orgullo. Y de hecho, se les puede ofender, pues no tardan en reconciliarse con el ofensor.
No pongas confianza en un hombre que promete fácilmente; es un embustero o un bribón.
Si alguien te revela los secretos de otro, no le hagas ninguna confidencia, porque se conducirá probablemente con un ser querido lo que no se ha conducido contigo.
Quienes son de una elegancia demasiado refinada, son afeminados y carecen de probidad moral.
No tienes nada que temer de aquéllos que se preocupan demasiado por su apariencia.
Quienes hablan con voz afectada punteando
Quienes hablan con voz afectada punteando sistemáticamente sus frases con un ligero tosiqueo son afeminados y aficionados a Venus.
Los hipócritas están siempre dispuestos a propagar las noticias y aprueban sistemáticamente lo que tú hagas. Te representan la comedia de la amistad, pero si delante de ti desuellan a los demás, ten cuidado que no tardarán en hacer otro tanto contigo.
Entérate de cuáles son los intereses de tu amigo y hazle unos regalos de acuerdo con su carácter.
No descubras jamás tu interior, delante de desconocidos, porque si llegaran a ser tus enemigos sabrían cómo tenerte dominado.
Con las personas de buena cuna sé benévolo, afectuoso, amable; rechaza las muestras de humildad, signos de una sumisión excesiva, como la de besarte los pies.
Si buscas el favor de los individuos del pueblo, promételes unas ventajas materiales a cada uno personalmente. Porque esto es lo que les interesa y no el honor o la gloria.
No divulgues los secretos que alguien de haya confiado, porque perderás su estimación.
Cada vez que aparezcas en público, lo cual debe ser con la menor frecuencia posible, condúcete de manera irreprochable, porque un solo error ha arruinado a menudo una reputación de manera definitiva.
Conviene siempre poner la confianza en los impulsivos, en los poderosos y en los parientes, pues es ésta una confianza bien colocada.
En  tus comienzos no escatimes ni tu reflexión ni tus esfuerzos y no acometas nada sin estar seguro del éxito.. Pero una vez que tu fama está bien establecida, hasta tus errores contribuirán a tu gloria.
Cuando inicies una empresa, no tomes socio que, en ese asunto sea más competente y más experimentado que tú. Si tienes que visitar a alguien, no vayas con quién se encuentre en mejores relaciones con aquél que tú mismo.
Si debes abandonar un cargo, evita que los que te sucedan sean hombres muy claramente superiores a ti.
Conserva siempre fuerzas en reserva para que no se puedan calcular los límites de tu poder.
No te comprometas en discusiones en las que se enfrentan opiniones distintas, excepto si estás seguro de tener razón y de poder probarlo.
Fracciona en varias partes los asuntos que exijan varios días de trabajo y soluciónalos uno por uno. Deja los asuntos que, sin proporcionar gloria ni dinero, impongan muchos esfuerzos.
No te comprometas, por agradar a alguien, en asuntos que no te sirvan de nada y te toman mucho tiempo.
No mires de hito a tu interlocutor, no muevas la nariz, no la frunzas tampoco y evita ofrecer un semblante huraño. Raro de gestos, mantén la cabeza derecha y la palabra sentensiosa. Camina con pasos mesurados y conserva una actitud decorosa.
Quien se jacta en público de sus bienes, alienta a quienes lo oyen a hacerle peticiones. No seas de éstos y evita la ostentación pública.
El mejor momento para presentar una solicitud es aquél en que la persona está de buen humor, u día de fiesta o después de una comida, a condición, sin embargo, de que no se encuentre dormitando. Procura no hacer una petición a un hombre arrastrado en un torbellino de asuntos o abrumado de cansancio. Cuídate también de pedir varias cosas a la vez.
No le pidas al superior ni título ni privilegio, que es siempre muy largo de obtener, redacta tú mismo el documento y deslízalo en el momento oportuno para que lo firme.
Como siempre es humillante recibir una negativa, no pidas nada que no estés seguro de obtener. Por esto también, es preferible no pedir nada directamente sino sugerir aquello de que tienes necesidad.
Con los temperamentos fríos sé directo y brutal y los impresionaras; con los caracteres fogosos obra, por el contrario, con suavidad y tacto.
No hay que dar demasiado crédito a los sabios, porque rebajan en exceso lo que ellos tienen de superior y realizan ventajosamente la reputación de los demás.
Cuida tu alimentación de no cometer ningún exceso ya sea en calidad o en cantidad, y obra igualmente con tu vestido en lo que respecta al calor y al frío. Evita también trabajar o dormir demasiado.
Niégate a servir de testigo en un proceso porque te enojarías con una u otra parte. No hables, no des información sobre un hombre que sea de buena cuna o de baja extracción. No manifiestes a nadie favor particular en presencia de otros, porque si no juzgarán que los desprecias y te aborrecerán.
Ten por regla general, es un principio fundamental, jamás a hablar desconsideradamente, tanto en mal como en bien, de cualquier cosa, ni a referir los hechos de nadie, sean buenos o malos. Porque puede ocurrir que esté presente un amigo de aquél de quien hablas y le repita tus palabras agravándolas; a causa de ello aquel hombre se sentirá herido. Si, por el contrario, es enemigo de aquel a quien elogias, ter atraerás su enemistad.
Si bien es cierto que importa saberlo todo oírlo todo y tener espías por doquier, hazlo con prudencia, porque es ofensivo para cualquiera saberse espiado. Debes pues, espiar sin dejarte ver.
Es preferible no pretender que seguirás una política mejor que tus predecesores, que tus leyes serán más rigurosas, pues te enajenarás sus amigos. Incluso si son justos no anuncies tus proyectos políticos, o al menos no hables más que de aquellos de los que sabes de antemano que serán bien acogidos.
A todos aquellos que por sus proezas merezcan una gloria plena y entera, déjalos vanagloriarse solos sin reivindicar tu parte. La gloria recaerá en ti con más fuerza ya que se le añadirá la de haber estado encima de la envidia.
No ultrajes la derrota de tu adversario, no provoques a tu rival y conténtate cuando seas vencedor con la realidad de tu victoria sin loarla con palabras o gestos.
Si se te pide que intercedas por alguien en un asunto, acepta, pero al mismo tiempo muestra que este asunto no depende de ti.
Si se comprueba tu influencia sobre los Grandes, se te hará responsable de sus malas acciones. Por lo tanto procura que tu superior oiga tus consejos, y escuche tus intervenciones, pero no procedas sino en su ausencia a grandes cambios políticos. Esta precaución es particularmente par los confesores de los Príncipes.
No trates de saber abiertamente si alguien te ha combatido, ni quién lo ha sostenido en su lucha contra ti. De tu enemigo no hables jamás, pero será de primordial importancia que conozcas todos sus secretos. No te entrevistes en público con las personas odiadas por todos y no seas su consejero.
Si te has mostrado reticente o incluso descortés con alguien que te pedía un servicio, no vayas a concedérselo fácilmente a otro que sea inferior suyo o quizá su igual,. Porque perderías su confianza y suscitarías su odio.
Si te sucede estar presente cuando alguien se dirige a sus sirvientes y les da órdenes, permanece allí pero sin intervenir ya sea aprobándolo ni contradiciéndolo.
No pretendas jamás en presencia de otro tener influencia sobre tus superiores, no te jactes de su favor. No te abandones tampoco a la confidencia diciendo lo que piensas de uno u otro.
Cualquiera que sean tus funciones podrás ganarte siempre la simpatía de un superior si le haces otorgar mercedes. Con tus inferiores opta siempre por mostrar cierta indulgencia, al menos aparentemente, más que alardear de excesivo rigor.
Si te enteras de que un pretendido amigo ha hablado mal de ti, no se lo reproches; te harías un enemigo de alguien que en el peor de los casos no era hasta entonces sino un indiferente.
No trates de saber todos los secretos de los Grandes, porque en caso de huida se sospecharía de ti.
No celebres el fracaso de quien no ha seguido tus consejos, y deja que los hechos testifiquen a tu favor.
Permanece silencioso la mayor parte del tiempo, escucha los consejos de otro y medítalos largamente. No te dejes llevar por los sentimientos. No te sobreestimes tus palabras o tus actos. No te encargues de asuntos que no tengan para ti ninguna utilidad presente o futura y no intervengas en los asuntos ajenos.
No envíes como embajador a un hombre que sea adversario tuyo y medite tomar el poder, pues obraría contra tus intereses.
Mira siempre de qué lado se inclina la fortuna, o de qué lado hay el peligro de que decaiga.
Cada día, o determinados días fijados de antemano, consagra un momento de reflexionar sobre la que debería ser tu reacción frente a tal o cual suceso probable.
No te abandones jamás a confiar unos secretos, porque no hay nadie que con el tiempo no pueda convertirse en enemigo tuyo. No hagas nada bajo la influencia de la euforia, pues cometerías errores o caerías en lazos.
Cuando puedes ser observado, habla muy poco; te arriesgarías así menos a los errores que si te abandonas a los raudales de palabras.
Observa los vicios y las virtudes de cada cual; así podrás en caso de necesidad emplear los unos o las otras para dirigir a alguien. Con ellos tendrás un buen arsenal a tu disposición.
No concedas entrevistas cuando tengas el ánimo ocupado en otra parte; te faltaría la atención.
Muéstrate grave con los melancólicos, bilioso con los coléricos y paciente cuando se trate de un superior.
No intentes adoptar un aire grave con un sabio o un especialista del asunto que tratas, y no acumules los argumentos técnicos, cosa que debes hacer por el contrario con un profano.
Cuídate de las circunstancias, considera si te son favorables o no. Con aquellos a quienes su adscripción a un partido les hace poderosos o con quienes están bien situados en la corte, emplea todos los medios para hacértelos amigos.
No cuentes con tu valor y tus talentos para obtener un cargo y no vayas a imaginarte que éste debe recaer en ti automáticamente con el pretexto de que eres el más competente para desempeñarlo. Porque se prefiere conferir un cargo a un incapaz más que aquel que lo merece. Obra pues, como si no quisieras deber tus funciones más que al favor de tu patrón.
Siempre hay que apuntar lo más alto posible. Si comienzas unos estudios emplea en ellos toda tu energía sin dejarte llevar por esa vanidad que es lo único que buscan ciertos sabios de estudios. Si es la virtud a los que aspiras, que sea la más alta. Si son los honores, ambiciona los más elevados y estarás así seguro de obtenerlos.
Ten cuidado de no confundir las personas entre ellas. Porque al equivocarte sobre tu interlocutor, con el uno revelarás tus ignorancias, y al otro le harás conocer unas intenciones que no tenía por qué saber.
No pronuncies jamás elogios que alagando al uno se tenga por críticas indirectas contra los demás. Excepto si te encuentras en el seno de una multitud en la que todo el mundo grita a la vez sin que se sepa quién dice lo que dice. Por esto, no debes hablar de las virtudes de tu amigo y disimula sus vicios.
Evita encolerizarte demasiado pronto contra alguien, porque muy a menudo advertirás que te han inducido en error con falsos informes. Pero si en el intervalo te has abandonado a la cólera, las culpas recaerán sobre ti.
No preguntes jamás tu camino para un destino único, sino infórmate a la vez sobre varios itinerarios. Mientras estés al alcance de sus miradas sigue una dirección contraria a la que vayas a llevar. Igualmente, cuando salgas de una ciudad o un pueblo camina a campo traviesa, y después, en cuanto estés fuera del alcance de las miradas, cambia de  
ropa y de marcha, vuelve al camino y toma la dirección que te conviene.
No te jactes a tontas y a locas de tus inmensas posibilidades, porque así informarás a tu adversario. Si quieres dar a conocer tu gloria haciendo publicar tu panegírico, limítate a una obrita que todo el mundo pueda comprar y que obtenga los favores del público por todos los confines del mundo. Ponte en relación también con los autores especialistas en el género con el fin de que inserten tu nombre y tu elogio en sus obras. Harán así más por tu fama que un grueso libro que nadie querrá leer o comprar.
Axiomas
1. Obra con todos tus amigos como si hubieran de volverse tus enemigos.
2. En una comunidad de intereses, el peligro comienza cuando uno de los miembros llega a ser demasiado poderoso.
3. Cuando te preocupes por obtener algo, que nadie se dé cuenta antes de que lo hayas conseguido.
4. Hay que conocer el mal para poder impedirlo.
5. Lo que puedas arreglar pacíficamente, no trates de arreglarlo con la guerra o con un proceso.
6. Más vale sufrir un ligero daño que, con la esperanza de grandes ventajas, hacer progresar la causa de otro.
7. Es peligroso ser demasiado duro en negocios.
8. Más vale el centro que los extremos.
9. Debes saberlo todo sin decir nada, ser amable con todos sin dar tu confianza a nadie.
10. La dicha consiste en mantenerse a igual distancia de todos los partidos.
11. Conserva siempre alguna desconfianza respecto de cada cual y ten convicción de que aquellos no tienen mejor opinión de ti que los demás.
12. Cuando un partido es numeroso, aunque no sea de ese partido no hables mal de él.
13. Desconfía de aquello a lo que te llevan tus sentimientos.
14. Cuando hagas un regalo o cuando des una fiesta, medita tu estrategia como si partieras a la guerra.
15. No dejes a nadie acercarse a un secreto con más facilidad de lo que dejarías acercarse a tu cuello a un prisionero decidido a degollarte.
Resumen
1. Simula
2. Disimula
3. No confíes en nadie
4. Habla bien de todo el mundo
5. Prevé antes de obrar.
 

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